¿Y qué tal si la escuela fuera un lugar de felicidad y gozo para nuestros hijos? ¿Qué pasaría si los niños se levantaran cada mañana deseando ir a la escuela? Sería increíble, nos daría mucha paz y alegría verlos aprender y estudiar motivados y entusiasmados ¿No es eso lo que como padres soñamos?
En el sistema educativo tradicional el alumno es un receptor pasivo de la información, mientras que todo el peso del proceso educativo recae en el profesor, al cual se le atribuye ser un experto en todas las materias, este sistema tiene más de 200 años, teniendo únicamente cambios de forma y no de fondo, la visión que tiene la educación tradicional del niño es la misma desde entonces y ve al niño como un ser que necesita ser llenado de información y para esto exige que se ejercite la memoria principalmente.
Es normal que nos cueste confiar en nuevas formas de aprender y de enseñar, pero en estos tiempos donde la información está al alcance de todos, no podemos seguir creyendo que la memoria y la información nos ayudarán a desarrollarnos en la sociedad.
¿Cuánto de lo memorizado en la escuela realmente nos sirvió en nuestra vida adulta? ¿Recordamos cómo sacar la raíz cuadrada de 9 o cuál es la capital de Paraguay o siquiera cuántos ríos hay en Guatemala?
Hay en la actualidad muchos estudios que evidencian que la educación tradicional limita nuestra capacidad cerebral en lugar de estimularla, entonces ¿por qué seguimos utilizando el mismo método para entrenar nuestro cerebro?
Para poder aportar a la sociedad y en consecuencia poder valernos por nosotros mismos, lo más importante es que tengamos una creatividad muy afilada, para lo que sea que la necesitamos utilizar, ya sea para ser matemáticos, biólogos, artistas o en cualquier profesión que esté basada en la creatividad, ésta aporta soluciones y perspectivas nuevas a la sociedad.
Y si los niños solo quieren jugar, pues es a través del juego y del acompañamiento de profesores que los niños van estructurando su aprendizaje. Si le damos a los niños el espacio de jugar y de ser ellos mismos, el aprendizaje fluirá y los niños querrán conocer más el mundo a través de las ciencias y el arte, se sentirán inspirados por adultos dispuestos a mirarlos, escucharlos y entenderlos.
Una escuela feliz con niños felices, no sólo va a permitir un despliegue extraordinario en cada niño, sino que además construirá un mundo más humano, más bello y feliz.
0 comentarios